Las pieles se dieron cita
En auge. "Es impresionante la cantidad de trabajo que hay", dicen los profesionales
Un ruido de chicharras, que se imprimía con la misma facilidad en la piel que en los oídos, flotó durante todo un fin de semana en el interior del Centro de Convenciones del LATU, escenario de la octava convención de tatuadores uruguayos.
A las máquinas para tatuar no les bastaba con testimoniar su arte en los cuerpos e insistían en un rumor de tinta y piel quemada que recorría con más agilidad que el aire el laberinto de stands que copó uno de los galpones del LATU.
Con la misma persistencia, los tatuadores se afanaban en decorar los escasos espacios libres de algunos cuerpos, para que fueran menos. Y la gente, de todos los tipos, miraba como si se tratara de vidrieras cómo los dibujos pasaban de la idea al marcador y luego a la piel.
"Es gratificante volver y ver cómo esto evolucionó", dice Víctor Portugal, precursor del tatuaje en Uruguay e invitado estrella de esta convención, que deleitó a los concurrentes con un tatuaje especialmente diseñado a dos espaldas que se continuaba de una piel a otra.
DEMANDA PUJANTE
Ahora ser tatuador ya no es tan difícil. El acceso a los materiales y una demanda pujante de tatuajes hacen que ser tatuador ya no sea un hobby, sino una mezcla perfecta entre el arte y una profesión seria que permite un ingreso de hasta más de $ 60.000 pesos por mes.
"Es impresionante la cantidad de trabajo que hay", explica Paulo Martin Luques, que es tatuador desde hace nueve años. "Con lo que hago me gano la vida y me doy gustos", dice, satisfecho del buen momento.
Para Luques, el éxito de un tatuaje está determinado por la felicidad de la persona que lo lleva. "Es que la persona atraviesa un dolor, se supera a ella misma y después le gusta lo que ve, entonces es feliz", dice.
Esa sensación, para algunos se torna adictiva. Es frecuente que los tatuados reincidan en tatuajes. Y si se duda de la palabra de los tatuadores, los cuerpos abarrotados de tinta que recorren la convención resultan evidencia suficiente.
"Yo empecé con algo chiquito", dice Marcelo Burmia, de 32 años. Ese tatuaje chiquito ahora se multiplicó por ocho: cubre la espalda, el pecho, los brazos y también los muslos.
Esos tatuajes no tienen más sentido que el decorado. Según Burmia, son ideas que desarrolló junto a Luques. "Son culpa de él", dice y señala a su tatuador personal con quien, tatuaje a tatuaje, en dos años y medio forjó una amistad. "No hay que buscarles más significado".
El oficio se aprende en la web
Es que 15 años atrás tatuadores y tatuados debían enfrentarse al prejuicio del resto de los montevideanos. Pero además acceder a los materiales, tintas y equipos para tatuar, era muy difícil. "Casi todos empezamos con la clásica maquinita casera", cuenta Alex González, quien empezó en Paso de los Toros. "La hacías con un motorcito de auto, un tubo de birome, una aguja y se usaba tinta china. Entre los tatuadores es un clásico porque cualquiera puede acceder a ella".
Aprender el arte del tatuaje no parece complicado. En distintos foros de Internet hay instructores que enseñan cómo construir una máquina "casera" para iniciarse en el oficio.
En uno de esos foros, bajo el título Cómo construir una máquina de tatuar casera, 100% efectiva, aparece la siguiente receta, accesible para cualquier profano.
La mayoría de las cosas que vamos a necesitar las tenemos en casa:
- ·
Un encendedor (cualquiera, de los baratos).
- · Un motorcito (de algún juguete de nuestros
hijos o hermanitos que no usen).
- ·
Un botón, cualquiera.
- ·
Una cinta aisladora (solo un poco).
- ·
Un transformador de 12 voltios de salida.
- ·
La gotita (un poco),
- ·
Hilo de coser.
- ·
Un pedazo de alambre.
- Una aguja, con cada tatuaje
una aguja nueva.
Pasa a explicar la construcción de la máquina,
y concluye: "Pueden
practicar sobre un pedazo de carne. Es realmente muy efectiva".
El País Digital
Las pieles se dieron cita
En auge. "Es impresionante la cantidad de trabajo que hay", dicen los profesionales
Un ruido de chicharras, que se imprimía con la misma facilidad en la piel que en los oídos, flotó durante todo un fin de semana en el interior del Centro de Convenciones del LATU, escenario de la octava convención de tatuadores uruguayos.
A las máquinas para tatuar no les bastaba con testimoniar su arte en los cuerpos e insistían en un rumor de tinta y piel quemada que recorría con más agilidad que el aire el laberinto de stands que copó uno de los galpones del LATU.
Con la misma persistencia, los tatuadores se afanaban en decorar los escasos espacios libres de algunos cuerpos, para que fueran menos. Y la gente, de todos los tipos, miraba como si se tratara de vidrieras cómo los dibujos pasaban de la idea al marcador y luego a la piel.
"Es gratificante volver y ver cómo esto evolucionó", dice Víctor Portugal, precursor del tatuaje en Uruguay e invitado estrella de esta convención, que deleitó a los concurrentes con un tatuaje especialmente diseñado a dos espaldas que se continuaba de una piel a otra.
DEMANDA PUJANTE
Ahora ser tatuador ya no es tan difícil. El acceso a los materiales y una demanda pujante de tatuajes hacen que ser tatuador ya no sea un hobby, sino una mezcla perfecta entre el arte y una profesión seria que permite un ingreso de hasta más de $ 60.000 pesos por mes.
"Es impresionante la cantidad de trabajo que hay", explica Paulo Martin Luques, que es tatuador desde hace nueve años. "Con lo que hago me gano la vida y me doy gustos", dice, satisfecho del buen momento.
Para Luques, el éxito de un tatuaje está determinado por la felicidad de la persona que lo lleva. "Es que la persona atraviesa un dolor, se supera a ella misma y después le gusta lo que ve, entonces es feliz", dice.
Esa sensación, para algunos se torna adictiva. Es frecuente que los tatuados reincidan en tatuajes. Y si se duda de la palabra de los tatuadores, los cuerpos abarrotados de tinta que recorren la convención resultan evidencia suficiente.
"Yo empecé con algo chiquito", dice Marcelo Burmia, de 32 años. Ese tatuaje chiquito ahora se multiplicó por ocho: cubre la espalda, el pecho, los brazos y también los muslos.
Esos tatuajes no tienen más sentido que el decorado. Según Burmia, son ideas que desarrolló junto a Luques. "Son culpa de él", dice y señala a su tatuador personal con quien, tatuaje a tatuaje, en dos años y medio forjó una amistad. "No hay que buscarles más significado".
El oficio se aprende en la web
Es que 15 años atrás tatuadores y tatuados debían enfrentarse al prejuicio del resto de los montevideanos. Pero además acceder a los materiales, tintas y equipos para tatuar, era muy difícil. "Casi todos empezamos con la clásica maquinita casera", cuenta Alex González, quien empezó en Paso de los Toros. "La hacías con un motorcito de auto, un tubo de birome, una aguja y se usaba tinta china. Entre los tatuadores es un clásico porque cualquiera puede acceder a ella".
Aprender el arte del tatuaje no parece complicado. En distintos foros de Internet hay instructores que enseñan cómo construir una máquina "casera" para iniciarse en el oficio.
En uno de esos foros, bajo el título Cómo construir una máquina de tatuar casera, 100% efectiva, aparece la siguiente receta, accesible para cualquier profano.
La mayoría de las cosas que vamos a necesitar las tenemos en casa:
- · Un encendedor (cualquiera, de los baratos).
- · Un motorcito (de algún juguete de nuestros hijos o hermanitos que no usen).
- · Un botón, cualquiera.
- · Una cinta aisladora (solo un poco).
- · Un transformador de 12 voltios de salida.
- · La gotita (un poco),
- · Hilo de coser.
- · Un pedazo de alambre.
- Una aguja, con cada tatuaje una aguja nueva.
Pasa a explicar la construcción de la máquina,
y concluye: "Pueden
practicar sobre un pedazo de carne. Es realmente muy efectiva".
El País Digital
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